Conocer las provincias hispanas durante el Bajo Imperio Romano es comprender los cambios habidos tras la llegada al poder de Diocleciano. Este emperador, creador de la Tetrarquía, consiguió estabilizar el Imperio Romano tras la crisis del siglo III d.C.. En este artículo te explicaré qué reformas se hicieron en Hispania, su relación con los hechos históricos que acontecieron en el Bajo Imperio Romano y la importancia que tuvieron en época visigoda. Todo formando parte de la revista nº 12.
Las provincias hispanas del Bajo Imperio Romano
¿Cuáles eran las provincias hispanas del Bajo Imperio Romano? Las provincias hispanas durante el Bajo Imperio Romano eran cinco:
- Tarraconensis. Incluye las regiones costeras del noreste peninsular, el valle del Ebro y una porción de la costa cantábrica entre los Pirineos y la actual Asturias. La capital fue Tarraco.
- Carthaginensis. Engloba la parte central y oriental de ambas mesetas, el litoral levantino y las Baleares. La capital era Carthago Nova.
- Gallaecia. En el noroeste peninsular, con capital en Bracara Augusta (Braga)
- Lusitania. Distribuida por el litoral atlántico del oeste peninsular hasta el río Duero y por las zonas occidentales de las dos mesetas. La capital era Emerita Augusta.
- Baetica. Situado en el suroeste peninsular, en la zona del valle del Guadalquivir. La capital era Corduba.
¿Qué duración tuvieron estas provincias hispanas? Estas provincias perduraron de forma oficial desde finales del siglo III d.C hasta la caída del Imperio Romano en el año 476 d.C. No obstante, hay matices regionales. Estos matices los podrás comprender en distintos apartados de este artículo.
Mapa de las provincias hispanas del Bajo Imperio Romano
Para comprender mejor cuáles eran estas provincias y su distribución territorial, dejo adjunto un mapa. En este mapa podrás observar distintos colores. Los colores indican en el mapa las distintas provincias de Hispania durante el Bajo Imperio Romano. Los límites entre provincias vienen dados por líneas continuas de color negro.
Asimismo se observan las distintas capitales de provincia, señaladas mediante un círculo en el mapa. No se indican otras ciudades importantes, al ser solamente necesario indicar las capitales provinciales.
Los distintos territorios que has apreciado son los siguientes:
- Tarraconensis. De color naranja.
- Carthaginensis. De color amarillo.
- Gallaecia. De color verde.
- Lusitania. De color rojo.
- Baetica. De color violeta.
Asimismo, también habrás podido ver que en las islas Baleares hay un rayado inclinado, junto a la palabra Balearica. Finalmente, en el Norte de África está el territorio de Mauretania Tingitana, de color marrón y con capital en Tingis.
Las provincias hispanas en el Alto Imperio Romano
Para comprender esta división provincial hay que retroceder al inicio del Imperio Romano. La conquista de Hispania comenzó a finales del siglo III a.C. Pero será a finales del siglo Ia.C. cuando, prácticamente, se tendrá un control sobre toda la Península Ibérica.
Con Octavio Augusto como emperador las provincias romanas en Hispania eran 3:
- Tarraconensis (o Citerior),
- Lusitania,
- y Bética.
Estas provincias estaban divididas en provincias senatiorales (Bética) y provincias imperiales (Lusitania y Tarraconensis). El gobernador de la provincia senatorial era designado por el Senado romano. Por otro lado, en las provincias imperiales el emperador designaba directamente al gobernador, llamado inicialmente legatus Augusti pro praetore.
Con ello, el emperador obtenía un mayor poder en las provincias que él consideraba más importantes, ya fuera por causas militares o económicas.
Esta situación provincial en Hispania no se modificó hasta el gobierno de Diocleciano, ya en el siglo III d.C.
Las reformas administrativas de Diocleciano.
La división provincial que databa desde época augusta funcionó relativamente bien hasta finales del siglo III d.C. En 284 d.C. Diocleciano fue nombrado emperador. Éste creó un sistema de gobierno llamado Tetrarquía en el cual pretendía solucionar parte de los problemas que habían causado la crisis del Imperio durante las décadas anteriores.
La estabilidad que tendría que acarrear el nuevo sistema de gobierno y su reparto de poder, debía ser complementada con otras obligadas reformas que permitieran al Imperio garantizar su supervivencia. Estas reformas afectaron al ejército, a la economía, a la unidad interna y a las provincias.
Objetivo de las reformas provinciales de Diocleciano
El objetivo principal de las reformas provinciales era facilitar la gestión administrativa y fiscal del Imperio, obteniendo la recaudación de impuestos con mayor rapidez y eficacia, lo que permitiría atender a los gastos militares.
También permitiría evitar que algunos gobernadores acumulasen poder en exceso, como había sucedido anteriormente con algunos gobernadores de las provincias más extensas e importantes.
Además de todo lo anterior, serviría para arrebatarle al Senado competencias, ya que desaparecieron las provincias senatoriales. Esto significaba la pérdida de privilegios de la Curia en cobro de impuestas y tasas directas, así como la designación de los gobernadores de ciertas provincias.
Diocleciano pretendía con el incremento de número de provincias facilitar todo lo anterior.
Las reformas provinciales de Diocleciano en Hispania
Como consecuencia de las reformas administrativas de Diocleciano, entre los años 284 y 288 d.C las provincias se fragmentaron. Aumentaron en número. Pasaron de 48 a aproximadamente un centenar. Y aunque la reforma provincial afectó principalmente a los distritos fronterizos, que vieron reducido sustancialmente su tamaño.
Hispania no estuvo ajena a dicha reforma. El nuevo esquema provincial buscaba reducir tamaño de las provincias. Por tanto, no podía tolerar una jurisdicción tan extensa como la provincia de Hispania Citerior. Esta provincia, con Diocleciano, fue dividida en tres: la Tarraconensis, Gallaecia y Carthaginensis. Las otras 2 provincias que existían en Hispania, Lusitania y Bética, no sufrieron modificaciones.
Consecuencias de la reforma: el fin de Hispania Citerior
En la reforma de las provincias hispanas del Bajo Imperio Romano destaca la división de la provincia de Hispania Citerior. Esta provincia ve disminuido su territorio al fragmentarse en 3 nuevas provincias.
Esta fragmentación tiene el objetivo de minar territorio en una provincia que tradicionalmente había sido importante dentro del Imperio Romano debido a su extensión a las riquezas, sobre todo mineras. Esto se había traducido en que el gobernador de la Citerior solía ser una persona con gran peso y poder dentro del Imperio. El emperador no podía tolerarlo si quería volver a gobernar el Imperio.
La creación de las diócesis
La nueva partición provincial también llevó aparejado la creación de una nueva organización territorial: la diócesis.
¿Qué era la diócesis? La diócesis fue un nuevo organismo creado en el siglo III d.C. Era una entidad político-administrativa que estaba entre las provincias y el emperador. La diócesis estaba regida por un vicario. El vicario era un alto funcionario de confianza encargado de la recaudación fiscal y de la administración de justicia.
Esta medida constituía otro golpe a la importancia del Senado, ya que los gobernadores hispanos dejaron de relacionarse directamente con Roma para despachar con un funcionario de confianza del emperador.
La diócesis de Hispania
En la Península Ibérica se creó una diócesis, llamada Hispania. La diócesis de Hispania englobaba las 5 provincias peninsulares más la provincia de Mauritania Tingitana.
Con esto, se agrupaban en una misma diócesis las tierras a un lado y otro del estrecho de Gibraltar. Aunque parezca novedoso, entonces no lo era tanto, ya que las relaciones entre ambos lados del estrecho habían sido desde hace siglos próximas.
No obstante, denota la importancia de Hispania en la zona occidental del Imperio Romano, remarcado además por el establecimiento de la capitalidad de la diócesis hispana en Emerita Augusta, dentro de la Península Ibérica y que, viéndose el mapa, ocupaba una posición estratégica intermedia entre las tierras del norte peninsular y el norte de África.
La creación de la provincia Balearica en el siglo IV d.C.
Las provincias hispanas del Bajo Imperio tuvieron algunas modificaciones desde las reformas de Diocleciano. La reforma más importante fue la separación del territorio de las islas Baleares a mediados del siglo IV d.C. de la provincia Carthaginensis para crear una nueva provincia, la Balearica.
La causa de esta división se debe principalmente a la posición estratégica de estas islas dentro de las rutas marítimas del Mediterráneo occidental y a su importancia económica, lo cual exigió la creación de una nueva provincia.
Las provincias hispanas del Bajo Imperio Romano hasta el fin del Imperio
La reforma provincial de las provincias hispanas durante el Bajo Imperio Romano funcionó bien hasta el año 409 d.C., cuando la Península Ibérica fue invadida por suevos, alanos y vándalos. Desde las invasiones del año 409 d.C el desmoronamiento del dominio romano en Hispania fue progresivo.
A partir de 409 d.C Roma no pudo mantener un control militar ni administrativo de toda Hispania. Tras las invasiones apenas pudo mantener solo la provincia Tarraconensis. Por ejemplo, la provincia Balearica desapareció cuando los vándalos de Genserico la ocuparon en el año 455 d.C.
Todo era caótico. No obstante, las capitales provinciales y sus centros administrativos continuaban sobre el papel. Esto se debía a que los nuevos dueños bárbaros eran más proclives a la lucha que a las tareas burocráticas. Pero hasta la caída definitiva del Imperio Romano de Occidente en 476 d.C., la administración romana en Hispania fue difícil.
El fin de las provincias hispanas del Bajo Imperio Romano: visigodos y musulmanes
Tras la caída del Imperio Romano de Occidente y el establecimiento del reino de los visigodos en Hispania el esquema provincial hispano de época tardoantigua no desapareció del todo. Esto denota la importancia de la reforma territorial ideada por Diocleciano y la estabilidad que le dio a los distintos territorios.
A pesar de todo el caos del siglo V d.C., Hidacio utiliza en su Crónica el término provincia y sus nombres concretos. Aunque no todas las capitales coincidía con las de época de Diocleciano.
Finalmente, con la invasión musulmana de la Península Ibérica, se eliminó todo rastro de estas estructuras territoriales del Bajo Imperio Romano.
Antes y ahora: la idea de Hispania
En la actualidad no hay rastro ya de esa división provincial y de esas reformas administrativas. Aun así, sí que hay una gran influencia en la formación después del estado moderno de España, debido a ese territorio llamado Hispania en época romana y que durante el Bajo Imperio era una diócesis que agrupaba toda la Península Ibérica.
Una idea de unificación peninsular que vivió en el ideario de los estados medievales peninsulares.
Conclusión
A partir del conocimiento de las provincias hispanas del Bajo Imperio Romano se ha podido aprender un poco mejor la influencia en Hispania de la reforma territorial realizada por Diocleciano a finales del siglo III d.C.
El analizar el por qué de las causas de dicha reforma y su evolución posterior ayuda a comprender la historia de la Península Ibérica durante la Antigüedad Tardía. Es también interesante conocer la perduración de la estructura provincial en el reino visigodo hispano, ya que denota que no hubo una ruptura total entre el Bajo Imperio Romano y los reinos bárbaros surgidos tras la caída del Imperio Romano Occidental.
Bibliografía
Además de la bibliografía descrita, puedes ir al artículo libros de historia de Hispania , donde puedes consultar con más detalle los mejores libros de historia de Hispania romana, que en parte se han empleado para esta revista nº 12.
ALVAR, J. 2008. Entre fenicios y visigodos. La Esfera de los libros. Madrid
BARCELÓ, P., FERRER, J.J. 2016. Historia de la Hispania romana. Alianza. Madrid
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Jose Palanca
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