A partir del estudio del feminismo durante el siglo XIX se añade una visión diferente de la realidad predominante en el siglo decimonónico. Como ya se apuntó en la entrada La Crisis de la Historia, la Nueva Historia requiere a veces analizar la historia desde campos ajenos a la corriente predominante de su estudio, el análisis político. En esta entrada se intentará aportar un valor añadido para llegar a esa historia total que es el objetivo de muchos historiadores. La visión de «el feminismo durante el siglo XIX» se centrará sobre todo en el mundo anglosajón y en la visión que aportó John Stuart Mill en su libro La esclavitud femenina, que será analizado de forma particular en otra entrada de La Crisis de la Historia.
La sociedad inglesa en el siglo XIX
Para comprender las iniciativas feministas del siglo XIX hay que ponerse en contexto de lo que ocurría en la Inglaterra del siglo XIX, ya que será el lugar donde habrá un importante núcleo de reivindicación de derechos de la mujer y surgirán voces importantes en el terreno de la filosofía y de la política a favor del sufragio femenino.
La Inglaterra victoriana del siglo XIX se considera como la gran época para la historia de Gran Bretaña, donde se alcanzó la cúspide de su Revolución Industrial y del Imperio Británico. El largo reinado de la reina Victoria permitió una estabilidad que consolidó los cambios culturales, políticos, económicos, industriales y científicos que sucedieron durante su reinado.
Entre los cambios sociales más importantes de la época está la libertad de expresión. Gracias a esta libertad de expresión se podía contener la arbitrariedad de los poderes públicos, sobretodo en Gran Bretaña, país más liberal de Europa. Gracias a ello se produjo una difusión de la información. La lucha por la democratización y por la defensa de los derechos de las mujeres y del movimiento obrero estuvo ligada al fortalecimiento y desarrollo de la libertad de expresión, apoyada por la libertad de imprenta.

Figura 1. Revolución Industrial Apertura de la sección ferroviaria de Liverpool a Manchester. A.B. Clayton, 1830. Fuente: Wikimedia Commons
Paralelo a la implantación de la libertad de expresión fue la progresiva implantación del sufragio universal, que sirvió como instrumento de estabilización social y política tras las revoluciones de 1848. En la segunda mitad del siglo XIX se fue implantando el sufragio universal masculino, pero se tendrá que esperar hasta el siglo XX para que se generalizara el sufragio universal pleno. Aun así, la implantación del sufragio universal propició el cambio de la organización de los partidos políticos, dirigidos ahora a una sociedad de masas, donde la mujer tenía cada vez mayor influencia.
El origen del feminismo del siglo XIX
Los efectos de la Revolución Industrial se notaron en la vida de las familias. En los años anteriores a la revolución industrial, la vida reposaba en el hogar familiar en el que participaban el marido y la mujer. Con la irrupción del nuevo sistema laboral, se separó el trabajo doméstico del dependiente del mercado laboral, incrementando la separación de la actividad del hombre y de la mujer. Con la pérdida de su espacio de producción, las mujeres se hicieron más dependientes de los hombres de lo que habían sido antes. A nivel educativo, la situación de las niñas era peor que la de los varones, por lo que el analfabetismo femenino era mayor que el masculino. En el matrimonio, las mujeres casadas no podían poseer por ley propiedades y estaban legalmente sometidas a sus maridos y dependientes de ellos. También era difícil alterar su situación legalmente, ya que no poseían derecho al voto.

Figura 2. Diferencia de clases en las mujeres en el año 1871: Mujer joven y mujer trabajadora de Londres. Fuente: Wikimedia Commons
Aunque existe una relación entre el feminismo teórico y el feminismo activista, los dos no coincidieron en el tiempo. Antes del inicio de los movimientos feministas, existieron diversos pensadores que comentaron la situación de la mujer en la sociedad incluso antes de producirse la revolución industrial. William Petty, en el siglo XVII, había dicho: ”Algún día la aritmética y conocimiento de contabilidad adornarán a las muchachas mejor que un vestido de encaje y las protegerán del frío mejor que los abrigos de pieles”. William Petty comentaba de este modo la situación educativa de la mujer en su época y como sería el futuro si se accediera a una mayor educación por parte de la mujer. Por otro lado, Nicolás de Condorcet, en su obra Bosquejo de una tabla histórica de los progresos del Espíritu Humano, reclamó el reconocimiento del papel social de la mujer, y comparaba la condición social de las mujeres de su época con la de los esclavos.
Otro pensador como Jeremy Bentham, en su línea utilitarista, tenía una posición respecto con la situación de las mujeres derivada directamente de su principio sobre la máxima felicidad. Directamente dice que “la felicidad y el interés de una persona del sexo femenino constituyen una parte de la felicidad universal tan importante como la de una persona del sexo masculino”. Según, Bentham, la suma de las aritméticas individuales conduce a la “mayor felicidad del mayor número de personas”, de modo que la felicidad social se define como la suma total de los bienestares individuales, incluyendo a la mujer. Asimismo, Bentham consideraba la educación como el elemento crucial para mejorar la posición social de la mujer. Estas opiniones influirían posteriormente en el pensamiento filosófico de John Stuart Mill.
Fruto de ese feminismo teórico, de los cambios sociales que se iban produciendo (revolución industrial, avance del liberalismo,…) y de la situación de la mujer, surgió durante el siglo XIX el feminismo y los movimientos feministas. En estos movimientos se mostraba la inferioridad jurídica, política y económica de la mujer en la sociedad y se reclamaban mayores libertades y derechos para las mujeres. En 1848 se produjo en EEUU el primer documento colectivo en defensa de los derechos de la mujer: la Declaración de Seneca Falls. En este documento se habla de la situación de sometimiento legal de la mujer respecto del hombre, de las limitaciones de los derechos legales de las mujeres en EEUU, sin capacidad de voto, sin capacidad para crear leyes, sin derecho a la propiedad y bienes de la mujer casada,… En definitiva, reclamaban una mejora de la situación legal de las mujeres en base a los derechos que se presuponen que tenían desde la Declaración de Independencia.

Figura 3. Retrato de Lucretia Mott, impulsora de la Declaración de Seneca Falls. Por Joseph Kyle.1842
La lucha feminista del siglo XIX se centró en la búsqueda del derecho a voto por parte de la mujer, el llamado movimiento sufragista. En Gran Bretaña lo inició Mary Wollstonecraft con A vindication of the Rights of Woman, en el año 1792. En este documento, proponía que “ambos sexos debieran educarse juntos, no sólo en las familias privadas sino también en las escuelas públicas”, especialmente “porque el matrimonio es la base de la sociedad”, pedía ya que las mujeres “se convirtieran en ciudadanas ilustradas, libres y capaces de ganar su propia subsistencia, e independientes de los hombres”.
Posiciones contrarias al feminismo
Pero en el siglo XIX también hubo otros pensadores que no estaban de acuerdo con las reclamaciones de los movimientos feministas. Por ejemplo, Nassau Senior, economista inglés del siglo XIX, consideraba que la ausencia de derechos de propiedad de la mujer inglesa era una situación natural. También consideraba que el trabajo de las mujeres en las fábricas era más fácil que los demás, devaluando su papel laboral en la industria. Por otro lado, Jean Baptiste Say, economista francés, concebía a la mujer como sostenedora de la familia, por lo que la mujer debe predominar en la situación doméstica. Además consideraba que los salarios que se pagan a los hombres tenían que ser más altos que los de las mujeres porque los hombres tienen que proveer subsistencia a ellos y a su esposa, además de los niños. Estos pensamientos de Senior y Say eran los predominantes en la sociedad inglesa, por lo que los movimientos feministas debían luchar contra estas arraigadas ideas.
La posición de John Stuart Mill en la lucha por los derechos de la mujer
John Stuart Mill fue uno de los que apoyaron el movimiento de defensa de los derechos de la mujer. La visión de Mill era liberal, aunque tuvo la influencia de su mujer Taylor, más próxima al socialismo. Al igual que el feminismo liberal, Mill acepta las estructuras institucionales del capitalismo y la democracia representativa. Su propósito es lograr iguales derechos e iguales oportunidades dentro de ese marco democrático. Esta meta es reflejada en gran parte de su obra La esclavitud femenina, del año 1869, en la que constantemente plantea diversos supuestos de desigualdades legislativas y sociales de la mujer, y acaba siempre concluyendo que tanto la mujer como el hombre deben tener los mismos derechos. Según el propio Stuart Mill, el propósito de escribir el libro era el de “mantener la aspiración de las mujeres, dentro y fuera del matrimonio a una igualdad perfecta en todos los derechos con el sexo femenino”.

Figura 4. Caricatura de John Stuart Mill en Vaniti Fair. 1873. Se puede leer en su leyenda «Un filósofo feminista». Fuente: Wikimedia Commons
El propio John Stuart Mill fue defensor de sus ideas al reclamar el voto femenino en el Parlamento de Londres en el año 1866, mientras era parlamentario por parte del Partido Liberal. Sus reivindicaciones no fueron escuchadas en el Parlamento, pero sí en la sociedad. Tras la publicación de su libro La esclavitud femenina, se genera una amplia discusión acerca de sus contenidos. El libro de Stuart Mill se editó en muchos países y provocó la expansión e internacionalización del movimiento sufragista. Y es que esta reivindicación era todavía ajena al movimiento liberal y democrático del siglo XIX.
La defensa del derecho de las mujeres: el sufragio femenino
En el periodo de John Stuart Mill se luchaba básicamente por obtener el derecho de las mujeres de poseer propiedades y el voto, pero más adelante la lucha se orientó hacia acabar con la discriminación contra las mujeres, sea en el sector privado, sea en el público, de modo que pudieran acceder a la educación, el empleo y representación política y obtener remuneraciones iguales por un mismo trabajo. Según las pautas del liberalismo inglés del siglo XIX que evolucionaba hacia la democracia, la idea general fue que tanto los hombres como las mujeres deberían poder desenvolver sus capacidades innatas y perseguir su felicidad. Y para ello las mujeres debían tener la misma libertad de elección que los hombres.
Aun así, las primeras defensas de los derechos de las mujeres empezaron por la obtención del sufragio femenino. En 1902 este movimiento sufragista saltó a la opinión pública con la organización de la Women’s Social and Political Union, bajo la dirección de Emmeline Pankburst, que se hizo presente con una intensiva agitación pública por el derecho al sufragio femenino. Encontró más bien oposición y desconfianza. Aunque ya iban cayendo barreras para el acceso a la educación superior y a las profesiones, finalmente consiguió el voto femenino para las mujeres inglesas en el año 1918, aunque el voto universal llegó en el año 1928. Mientras tanto, el voto femenino se iba extendiendo internacionalmente. Finlandia fue el primer país europeo en conceder el voto a la mujer en 1906 (Nueva Zelanda lo había hecho en 1893). Tras la Primera Guerra Mundial se fue generalizando y extendiendo ese derecho, completándose en los países democráticos tras la Segunda Guerra Mundial. En España, cuyo mayor exponente del movimiento feminista del siglo XIX e inicios del s. XX fue Emilia Pardo Bazán, el sufragio femenino se consiguió en el año 1931 con la II República.
Conclusión
Se ha intentado aportar una visión particular de la sociedad occidental del siglo XIX, centrándose en el origen del feminismo y la lucha por el derecho de las mujeres. Normalmente, la historiografía nos remite solamente a los hechos políticos, y suele dejar un poco de lado otros temas «secundarios», pero que son de relativa importancia. Esta lucha por la obtención del sufragio femenino es una de ellas. La sociedad actual no sería la misma si no hubieran acaecido estos hechos. En una próxima entrada se comentará el libro La esclavitud femenina, de Stuart Mill, para así completar esta entrada de hoy y proporcionar una fuente de lectura que pueda poner en conocimiento de primera mano la situación de la mujer en el siglo XIX.
Bibliografía de referencia
Lario, Ángeles (coord). Historia Contemporánea Universal. Del surgimiento del Estado contemporáneo a la Primera Guerra Mundial. 1ª ed. Madrid. Alianza Editorial; 2010
Stuart Mill, El sometimiento de la mujer. Alianza. 2010
Recursos bibliográficos en la red
Urdaneta de Ferrán, Lourdes. John Stuart Mill, su tiempo y el feminismo. De: Revista Nueva Economía; año XV, nº 25, septiembre 2006, p 113-160. Disponible en: http://ance.msinfo.info/bases/biblo/texto/NE/NE.25.07.pdf
Treviño, Consuelo. Teorías sobre la inferioridad de las mujeres en la novela del siglo XIX La Mirada Malva A.C., 2008 . Disponible en: http://www.omni-bus.com/n20/consuelo.html
Miralles, Alicia. Declaración de Séneca Falls. Disponible en: http://webs.uvigo.es/pmayobre/textos/varios/seneca_falls.pdf
Jose Palanca
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hola buenas tardes, de que lugar es esta revista web?
Hola Sofía.
Los datos de la revista los puedes encontrar aquí.
https://www.lacrisisdelahistoria.com/acerca-de/
Muchas gracias
Un saludo
¿De qué año es este artículo?
Hola Daniela.
La fecha de publicación es 24 de noviembre de 2012.
Un saludo
Jose
Cuál es la bibliografía en formato APA?
Buenas.
en su día no puse la bibliografía en formato APA. El formato APA es el siguiente: https://biblioguias.uam.es/citar/estilo_apa
Puedes coger la bibliografía que hice en su día y ponerla en dicho formato.
Un saludo