La primera guerra carlista es un conflicto bélico que ocurrió en España en el siglo XIX. España entraba en la historia contemporánea con una guerra civil que condicionó todo el siglo. Entre los años 1833 y 1840 se sufrió una guerra entre la España conservadora y tradicionalista y la España liberal. Fue un conflicto con tintes regionalistas, ideológicos, sociales y religiosos. No se suele estudiar ni hablar mucho de este conflicto, pero es vital para conocer la España actual y una de las razones del por qué España perdió el tren de la contemporaneidad respecto otros países europeos.
Resumen de la Primera guerra carlista
¿Qué fue la primera guerra carlista?
La Primera Guerra Carlista fue una guerra civil que aconteció en España entre 1833 y 1840 entre los carlistas y los cristinos en el contexto de la sucesión de la corona española tras la muerte del rey Fernando VII el 29 de septiembre de 1833.
¿Cuánto duró la primera guerra carlista?
La guerra duró siete años, empezando en el año 1833 y acabando en el 1840.
¿Quiénes lucharon en la primera guerra carlista?
Las partes enfrentadas fueron las siguientes:
- Los carlistas. Eran partidarios del infante don Carlos de Borbón, hermano del difunto Fernando VI.
- Los cristinos. Eran partidarios de Isabel II, hija de Fernando VII. Pero fueron llamados así porque en esos años ocupaba la regencia la reina María Cristina, madre de Isabel. María Cristina debía ocupar la regencia hasta que Isabel cumpliera la mayoría de edad.
¿Cuáles fueron las características principales la primera guerra carlista?
Fue una guerra desigual, ya que, mientras el ejército cristino sí que era un ejército nacional que procedía del antiguo ejército de Fernando VII, el ejército carlista era heterogéneo y no constituyó nunca una tropa unificada.
El ejército carlista era el resultando de las tropas de los 3 focos principales del carlismo (País Vasco y Navarra; el Maestrazgo y Cataluña), a la que se añadían una red de partidas dispersas y con tácticas de guerrillas.
Como consecuencia de ello no existen grandes batallas decisivas y gran parte de la guerra fueron misiones de hostigamiento, asedios, cortes de comunicaciones o expediciones. Aunque no por ello, la guerra fue menos cruenta.
¿Quién ganó la primera guerra carlista?
La primera guerra carlista fue ganada por los cristinos. Eso permitió que la reina Isabel II se mantuviera en el trono.
Causas de la Primera guerra carlista
La causa tradicional que se da en los libros de historia es que los carlistas pretendían restaurar la legitimidad sucesoria existente desde la llegada de los Borbones a España a inicios del siglo XVIII: la Ley Sálica. Por esta Ley Sálica, el infante Carlos, hermano del rey Fernando, debería ser rey antes que Isabel, hija de Fernando, ya que dicha ley daba preferencia a los hombres frente a las mujeres en la sucesión real.
Los carlistas no aceptaban la Pragmática Sanción de 1830, por la cual se promulgaba la revocación de la Ley Sálica y que permitía a Isabel, nacida en octubre de 1830, ser la heredera del trono. Anteriormente esta ley había sido revocada en el año 1789 por Carlos IV, pero no llegó a ser promulgada. Los carlistas no aceptaron, por tanto, la sucesión de Isabel como reina. Ni, mucho menos, la regencia de María Cristina.
Pero en cualquier caso, la sucesión de Fernando VII no era solamente un problema dinástico, que también lo fue. También tenía componente ideológicos, territoriales y sociales. La ruptura sucesoria no habría desembocado en la primera guerra carlista de no haber existido estos elementos.
El lema “Dios, Patria y Rey”, más el añadido de Fueros, refleja el ideario carlista y parte de los motivos del estallido de la guerra. Lo analizo en los siguientes subapartados.
Causas ideológicas
Según Jordi Canal, el carlismo fue un movimiento sociopolítico de carácter antiliberal y contrarrevolucionario, surgido en las postrimerías del Antiguo Régimen frete al auge revolucionario tras la Revolución Francesa de 1789.
Aunque la primera guerra carlista fue una guerra civil española, no hay que olvidar que el carlismo forma parte de la contrarrevolución presente en la mayoría de la Europa de primera mitad del siglo XIX.
Un ejemplo de esto lo podemos ver en el vecino Portugal. En este país hubo un paralelismo con España al haber una guerra civil por motivo de una cuestión dinástica entre los miguelistas, de carácter absolutista, y los liberales. También en Francia estaban los ultramontanos, legitimistas de corte absolutista, que estaban en contra de los idearios liberales y de la monarquía liberal.
En definitiva, la primera guerra carlista no fue un hecho aislado de España, sino que se enmarca dentro de la órbita de los movimientos revolucionarios europeos de 1830.
Causas territoriales
No solamente el ideario absolutista explica lo acontecido en la primera guerra carlista. En España hubieron regiones donde el carlismo tuvo un mayor predominio. No es casualidad. Las principales zonas del carlismo estaban en el norte español, especialmente en las provincias Vascongadas (provincias llamada así en su día y que actualmente sería la comunidad autónoma del País Vasco), Navarra y Cataluña, aunque también estaba el núcleo del Maestrazgo en Aragón y Valencia.
El territorio carlista por excelencia fue el norte de España, especialmente afectado por esos procesos de transformación de inicios del siglo XIX provocados por la revolución industrial y la expansión de los ideales liberales. Este norte de la península se vio especialmente afectado por la industrialización, las especializaciones agrarias, los cambios en la forma de propiedad y los cambios legislativos que afectaban a las leyes tradicionales.
El foralismo vascongado y navarro
Especialmente importante fue la defensa del foralismo en las regiones vascongadas (mantengo el mismo nombre que se empleaba entonces) y en Navarra, que veían en las medidas liberales una intromisión a sus costumbres y una intención centralizadora por parte del gobierno central.
El Maestrazgo
Por otro lado, en la región del Maestrazgo el motivo se situaba más en la difícil integración en el sistema provincial existente (como en el Bajo Aragón, donde la ocupación francesa en la guerra de la Independencia había constituido una cuarta denominación aragonesa), no facilitado por las complicadas comunicaciones con el resto de la Península.
El norte carlista
En otras regiones del norte, como en Galicia, Castilla la Vieja o Asturias, el carlismo también tuvo relevancia, aunque no llegó a adquirir importancia armada suficiente, pero sí fue una causa que mantuvo a partidas dispersas y que provocó dificultades a los isabelinos. Estas regiones fueron de menor importancia, pero que no se pueden obviar, ya que da una idea de la extensión territorial de la guerra.
Uno de los motivos que comenta Germán Rueda es el predominio en estas zonas del norte de los hidalgos, que defendían el mantenimiento de las diferencias fiscales y honoríficas. La hidalguía era extensa en estas regiones del norte ya desde la Edad Media, e iba disminuyendo conforme se avanzaba al sur peninsular.
El sur cristino
En este sur, donde el carlismo no arraigó tanto como en el norte, muchos de los principales núcleos de apoyo al carlismo estuvieron promovidos por familias de origen hidalgo, en defensa de esos privilegios que el liberalismo gaditano y del Trienio Liberal les había cercenado y que el nuevo liberalismo hacía peligrar lo que quedaba de su vida tradicional.
Causas sociales
Otro hecho relevante de esta primera guerra carlista es el predominio de los liberales en las ciudades, aunque éstas se encuentren en el corazón de las zonas carlistas. Parte de ello tiene su explicación en los orígenes sociales del carlismo.
Aunque hay heterogeneidad social dentro de los carlistas, existe un predominio de campesinos, jornaleros y eclesiásticos. Para estos sectores el liberalismo y la revolución eran para ellos los causantes de las transformaciones que se estaban cuestionando y que debilitaban sus posiciones políticas o sociales, su universo cultural y sus bases económicas.
Muchos de estos conflictos se canalizaron en la defensa de la religión católica frente a las ideas liberales que traían consigo una libertad de culto y una desamortización de los bienes eclesiásticos.
Los eclesiásticos querían seguir manteniendo sus privilegios y veían con temor que se implantaran algunas medidas de corte liberal que ya se habían producido en otras regiones europeas. La desamortización de Mendizábal ayudó a esta radicalización del sector eclesiástico a favor del carlismo y en contra de la regencia de María Cristina.
Por otro lado, los campesinos, de mayoría analfabeta, no solamente estaban condicionados por los párrocos y eclesiásticos, sino que también se veían en ocasiones afectados por las legislaciones en cuanto a la tierra y a las propiedades, ya que muchas tierras comunales que ellos usaban, fueron privatizadas, trayendo consigo el descontento.
Las ciudades y el carlismo
Por tanto, en las ciudades seguiría existiendo en su mayoría un control por parte de los liberales, mientras que en las zonas rurales el carlismo tuvo una mayor aceptación. De ahí que ciudades como Pamplona y Bilbao permanecieran en manos de los liberales en regiones de predominio carlistas. No obstante, también hay estudios que indicarían que en estas ciudades también había un predominio ideológico carlista pero que no pudieron ser tomadas porque en ellas estaban las principales fuerzas militares cristinas que las defendieron.
La geografía del carlismo
Antes de entrar a comentar la cronología de esta guerra civil española, creo que es importante comentar la geografía del carlismo en esta guerra. Así, distinguiré las principales regiones carlistas, los principales centros carlistas y las regiones cristinas.
Las regiones carlistas
Las zonas de mayor intensidad carlista se sitúan en la zona noreste de España. De forma concreta en las entonces provincias vascongadas, en Navarra, en una zona al norte de Cataluña y en una zona del sureste de Aragón y en noroeste de Valencia denominada el Maestrazgo.
Es importante señalar que estas tres zonas están separadas entre sí, con lo que hay 3 focos de mayor intensidad carlista.
Además en un color menos destacado están las zonas con repercusiones carlistas, destacando aquí el norte de España a partir del Sistema Central y del Sistema Ibérico exceptuando algunas zonas como León, Logroño, Huesca y Barcelona.
También hay dos zonas con repercusiones en el sur, pero de menores tamaños y situados en Extremadura y Andalucía. Aunque no indica nada en la leyenda se supone que las zonas no indicadas como carlistas eran isabelinas.
Los principales centros carlistas
Además de indicar estas regiones carlistas, se indican los principales centros carlistas, que coinciden con las zonas carlistas descritas anteriormente.
Estos principales centros son Vergara y Estella (en la zona de las provincias Vascongadas y Navarra), Berga (en la zona catalana) y Cantavieja (en el Maestrazgo).
También hay un centro carlista en Santiago de Compostela, aun no estar situado en una zona con mayor intensidad del carlismo.
Las regiones cristinas
La mitad sur de España estaba prácticamente en manos cristinas. A excepción de algunas zonas con cierta representación carlista en Andalucía y Extremadura, la mayoría del sur de la península era cristina. Las principales ciudades de España también eran cristinas. Madrid, Barcelona, Valencia o Sevilla eran partidarios de la reina Isabel. No es casualidad ya que en las ciudades el liberalismo tenía más presencia que en zonas rurales.
Centros liberales en zonas carlistas
Respecto a las ciudades, habían centros liberales situados en zonas carlistas o en regiones próximas a ellas. Estas ciudades son Bilbao, Vitoria, San Sebastián, Pamplona y Logroño (en la zona de Navarra y las provincias vascongadas), Barcelona (en la zona catalana), Huesca (entre la zona navarra y la catalana) y otras en zonas de menor intensidad carlista como León, Gijón y La Coruña.
Cronología de la Primera guerra carlista
En la primera guerra carlista se pueden distinguir varias etapas, que pueden variar según algunos autores. Alejandro Díez Torre distingue 5 etapas de la guerra, mientras que Germán Rueda distingue 4 etapas.
Para explicar mejor esta guerra civil española del siglo XIX, voy a tomar la posición de Germán Rueda y analizar cuatro etapas.
La primera etapa: el levantamiento y la organización militar (1833-1835)
Esta primera etapa se inicia con el autonombramiento del infante don Carlos el 1 de octubre de 1833 como el rey Carlos VI de España. Esta autoproclamación provoca los primeros apoyos a Carlos por parte de la gente de ideología carlistas.
Inicialmente eran partidas rebeldes con escasa estructura militar. Pero que poco a poco se fueron organizando. En noviembre de 1833 ya se hablaría de guerra civil y en los meses siguientes se irá produciendo la delimitación de las áreas de influencia carlista, tal y como he comentado en apartados anteriores.
En estos años destacó la organización de los efectivos carlistas en la zona vascongada gracias al coronel Tomás Zumalacárregui. Zumalacárregui, desde la zona guipuzcoana, irán consiguiendo victorias sobre el ejército cristino e irá expandiendo el control carlista sobre la región vasconavarra.
Por otra parte, en las regiones carlistas de Cataluña y el Maestrazgo, el levantamiento funcionaba a base de partidas, no organizándose aún militarmente y actuando en forma de guerrillas.
Esta fase finalizará con la muerte de Zumalacárregui el 23 de julio de 1835 durante el transcurso del asedio de Bilbao, de gran importancia en el transcurso de la guerra y que finalizó con victoria de los partidarios de la reina Isabel.
La segunda etapa: las expediciones militares (julio 1835-octubre 1837)
En esta segunda etapa la guerra carlista pasó a un plano nacional. Se inicia con la rotura del asedio de Bilbao por parte del ejército cristino comandado por Espartero, lo que tuvo gran relevancia ya que evitó que los carlistas no ocuparan una ciudad que les hubiera dado un prestigio importante.
Empero, lo importante en esta etapa son las expediciones carlistas a lo largo del territorio peninsular.
Un ejemplo de ello fue la expedición del general Gómez. La expedición duró 6 meses. Tuvo un recorrido irregular, recorriendo gran parte de España, saliendo y llegando a Bilbao, pero pasando por lugares tan dispares como Santiago de Compostela, Albacete, Cáceres o Córdoba.
La expedición de Gómez dejó tras de sí algunas batallas relevantes como las de Jadraque, Arcos y Almadén. Pero a pesar de todo esto, no tuvo un gran efecto en la guerra ni provocó levantamientos carlistas en otras regiones fuera de las zonas de control carlistas. Se podría calificar esta expedición como un fracaso para los carlistas.
La expedición del infante don Carlos de 1837
Otras expediciones importantes fueron las de don Basilio, la expedición de Guergué en Cataluña y, sobre todo, la expedición del infante don Carlos en 1837.
Esta expedición del pretendiente carlista tenía como objetivo ir hacia Madrid para negociar un posible matrimonio de su hijo con la heredera Isabel. El infante parte de Pamplona con la intención de llegar a Madrid, pasando por Huesca y Cantavieja. El paso por el Maestrazgo fue intencionado, ya que era una región carlista. Carlos pretendía obtener el apoyo de las tropas del general Cabrera, que se había erigido como el cabecilla de las tropas de esa región.
Pero el resultado fue infructuoso y Carlos tuvo que volver hacia el Norte en octubre de 1837 sin ni siquiera haber presentado batalla. En definitiva, a pesar de esas expediciones, la guerra no se decantaba aún por ningún mando y las zonas de control territorial de uno u otro bando se mantenían estables.
La tercera etapa: la división interna carlista (octubre 1837-agosto 1839)
En esta tercera etapa la contienda se decidió a favor de los cristinos. Es decir, a favor de los partidarios de la reina Isabel y de la regente María Cristina.
Tras el repliegue del pretendiente Carlos después de la fallida Expedición Real a Madrid, en los carlistas se generó una división entre los de ideología más templada y los más intransigentes, llamados apostólicos. Estos sucesos de división interna serán decisivos para el desarrollo militar, donde los cristinos tomarían ventajas de ello para acabar imponiéndose.
La división de los carlistas sería irreversible en 1839 entre los carlistas moderados del general Maroto, nombrado por Carlos general en jefe del ejército carlista, y los apostólicos. La ruptura se produjo cuando Maroto ordenó fusilamientos en Estella de los intransigentes. El efecto final de todo ello fue una división interna y desmoralización de los carlistas.
Finalmente, Maroto y Espartero llegaron a un pacto, firmando el Convenio de Vergara el 29 de agosto de 1839, donde se reconocieron los empleos y grados del ejército carlista, permitiendo su integración en el ejército cristino, y donde también se recomendaba al gobierno que propusiera a las Cortes la devolución de los fueros de las 3 provincias vascas y Navarra. Desde ese momento, la causa carlista estaba sentenciada militarmente.
La cuarta etapa: la victoria cristina (agosto 1839-julio 1840)
El pretendiente Carlos no reconoció el Convenio de Vergara y la guerra siguió. Pero los carlistas ya no contaban con tanto apoyo militar., Espartero fue liquidando rápidamente al ejército carlista en el norte y obligó a Carlos a cruzar a Francia en septiembre de 1839.
Mientras tanto, los carlistas resistían en Aragón, con el general Cabrera al frente, y en Cataluña con el conde de España. En ambas zonas hubo una guerra brutal, con el conde de España asesinado en noviembre de 1839 y con el general Cabrera resistiendo durante 10 meses, primero en Morella y después en Berga.
Finalmente, el 6 de julio de 1840 Cabrera y las últimas tropas carlistas cruzaron la frontera. Acababa así la primera guerra carlista a favor de los partidarios de la reina Isabel.
Consecuencias de la Primera guerra carlista
La guerra carlista duró 7 años. Provocó un número aproximado de entre 150.000 y 200.000 muertos, cifras elevadas teniendo en cuenta el número de población española en esos años. Aunque no hubieron grandes batallas, la guerra fue devastadora en algunas regiones, sobre todo en las zonas de control carlistas.
Hay ejemplos de gran crueldad en la guerra, como el asesinato de la madre del general carlista Cabrera. Situaciones que no se reflejan normalmente en los mapas, pero que dan un ejemplo de lo acontecido en esta primera guerra carlista.
Pervivencia del carlismo
Pero a pesar de la victoria cristina sobre los carlistas, el carlismo no desapareció. No hay que olvidar que, aunque una parte de los carlistas había sido derrotada, la otra había firmado el Convenio de Vergara, por lo que el carlismo estaba irredento y dispuesto a luchar de nuevo.
El carlismo no era solamente una cuestión de sucesión real, sino que tenía un trasfondo ideológico que no se eliminaba con una guerra. Era una lucha entre las ideas modernizadoras y liberales frente al absolutismo y la defensa de los intereses eclesiásticos.
El final de la guerra no supuso el final de carlismo. Durante el siglo XIX habrían otras dos guerras carlistas, más la “Guerra dels Matiners”, por lo que esta Primera Guerra Carlista fue solamente un conflicto más de los existentes durante el siglo XIX en España a partir de la Guerra de la Independencia entre liberales y absolutistas, situación que no era exclusiva de España, sino que también se daba en otros países europeos.
Conclusión
En este artículo sobre la primera guerra carlista he pretendido ofrecer una visión global de esta guerra civil que afectó a la España del siglo XIX. Otro conflicto más de los que había vivido España a inicios de siglo. Primero la Guerra de la Independencia española, después la Guerra de las colonias americanas y ahora esta. Demasiadas guerras para un país. Demasiado dinero gastado en armas y en muerte. Demasiados muertes. Todo en una época importante ya que los efectos de la Revolución Industrial eran ya patentes.
Pero estos conflictos han existido y hay que intentar explicarlos. Gracias al análisis la primera guerra carlista, podemos comprender los orígenes del conflicto y la evolución de esas regiones en décadas posteriores. Por ejemplo, la situación actual de las autonomías del País Vasco y Navarra no se entiende sin conocer las guerras carlistas del siglo XIX. Los conciertos económicos de esas dos autonomías son consecuencia de la lucha de los carlistas en dichas zonas en defensas de los Fueros y de la tradición.
Además, también ayuda a comprender esas dos Españas que se iban perfilando. Una más conservadora y otra más liberal. Una lucha ideológica cuyos ecos resuenan hoy en día y que ayuda a comprender mejor el españolito de Machado.
Bibliografía
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CANAL, J. 2015. Dios, Patria y Rey; el carlismo en la España del siglo XIX. Revista Desperta Ferro Historia Moderna. Nº 18. p. 14 – 17.
GUERRERO, A.C; RUEDA, G.; PÉREZ, S.; ELIZALDE, M.D.; SUERIO, S. 211. Historia contemporánea de España 1808-1923. Editorial Akal. Madrid.
MARTÍNEZ, E.; Maqueda C.; DE DIEGO, E. 1999. Atlas histórico de España II. Editorial Akal. Madrid.
MORADIELLOS, E. 2003. El oficio de historiador. Siglo XXI de España Editores, S.A. Madrid.
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Jose Palanca
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