La expulsión de los moriscos

La expulsión de los moriscos de España fue un hecho ocurrido en el año 1609 durante el reinado de Felipe III. Supuso la expulsión de los reinos de la Monarquía Hispánica de todos los moriscos, que eran los cristianos de origen musulmán que se convirtieron forzosamente al cristianismo tras la conquistas de los reinos musulmanes por parte de los reinos cristianos peninsulares. Este artículo se entenderá mejor leyendo los dos artículos siguientes: las minorías étnico-religiosas en España en la Edad Moderna y la insurrección de las Alpujarras, que forman parte del número 6 de la revista digital La Crisis de la Historia.

Contexto histórico

A inicios del siglo XVII reinaba en España Felipe III, hijo de Felipe II y nieto de Carlos I. Tras las numerosas guerras habidas durante el transcurso del siglo XVII, España consigue la paz con Inglaterra en 1604 y con las Provincias Unidas en 1609. Esto permitió a España enfocarse en la defensa del Mediterráneo frente al imperio otomano, lucha que ya venía desde el siglo anterior.

No obstante, la paz política no estaba acompañada de una coyuntura económica favorable. Tras el periodo de expansión del siglo XVI, a inicios del siglo XVII empezó una recesión económica, que afectaría a España y, sobre todo, a la gran mayoría de población. Sin embargo, esta situación no afectaría a algunos moriscos, que disfrutaban de una situación económica favorable debido a su tendencia al ahorro y al ejercicio de profesiones que gozaban de una próspera economía.

Posibles causas de la expulsión de los moriscos

Como en otras ocasiones no hay un consenso sobre si hay una causa específica que provocó la expulsión de los moriscos. Seguramente hubo una confluencia de factores que acabarían con la expulsión en 1609 de esta parte de la población española. A continuación enumero una serie de posibles causas que afectarían a la toma de la decisión por parte del rey Felipe III.

1) Presión de la opinión pública y prestigio de la corona

Existía un resentimiento de gran parte de la población hacia los moriscos, que aún mantenían viejas costumbres islámicas, aunque en un grado menor que antes del Edicto de Granada de 1567. A este resentimiento se añadía los celos de muchos al ver como habían moriscos con una situación económica personal más favorable que la de ellos en un momento de recesión económica.

Expulsar a los moriscos sería una medida favorable a la opinión pública y que mejoraría la imagen del rey y su gobierno. Tras la paz con Inglaterra firmada y tras la imposibilidad de hacer que todas las Provincias Unidas volvieran a la ortodoxia cristiana católica, conseguir que esos moriscos, cristianos nuevos a los que muchos acusaban de practicar el Islam a escondidas, fueran expulsados del reino sería una medida de prestigio que reforzaría el poder de la monarquía.

2) Lucha contra el islam

La guerra contra el Islam ya no era tan acuciante como en el siglo anterior. La presión otomana existía. Pero tras la batalla de Lepanto ya no era tan preocupante como durante el reinado de Carlos I de España. Por otro lado, los piratas berberiscos del norte de África seguían actuando en las costas de la península. No obstante, no despertaban el temor de antaño.

El temor a la invasión islámica, que fue una de las causas para la promulgación del Edicto de 1567 que tuvo como consecuencia la insurrección de las Alpujarras, era casi nulo. No había un peligro real de invasión ni los moriscos españoles podrían actuar como cuarta columna.

Empero, la lucha contra el Islam aún era un argumento de algunos políticos para ejecutar sus acciones. Se invocaba a la lucha contra el Islam para convencer de algunas decisiones. Invocar la Cruzada aún surtía algún efecto psicológico. El propio duque de Lerma, valido del rey Felipe III, invocaría esta guerra contra el Islam para justificar la expulsión.

3) Problema de integración de los moriscos

El problema de integración de los moriscos no era un problema menor. Los moriscos seguían viviendo en su mayoría apartados del resto de la población. Mantenían su lengua, sus costumbres, sus vestidos y su forma de vida basada en la ley islámica. En Valencia y Aragón eran un grupo numeroso, manteniendo sus propios líderes políticos y religiosos, que no fomentaban la integración. Por este motivo también se sospechaba de la lealtad política hacia la monarquía hispánica. Había no poca gente que los acusaba de apoyar a berberiscos y esperar que los otomanos conquistaran el Mediterráneo occidental.

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Figura 1. Vida cotidiana de los moriscos de Granada. Autor: Christoph Weidit . Fuente: Wikimedia Commons

4) Presión demográfica

La cuestión demográfica fue una causa importante en la expulsión de los moriscos. La población morisca total se estima de 319.000 para toda España. Teniendo en cuenta que la población era de aproximadamente 8 millones de habitantes, el porcentaje de población morisca era de aproximadamente un 4 %.

Sin embargo, la población morisca estaba repartida de forma desigual. La mayoría de población morisca estaba en el sureste peninsular y en el levante. Esta desigualdad provocaría una mayor proporción de moriscos en algunas zonas, que serían focos de problemas de convivencia.

Vayamos analizando la población morisca por regiones:

– En el reino de Aragón habían aproximadamente 61.000 moriscos, lo que suponía un 20 % de la población. Era un porcentaje de población considerable teniendo en cuenta que el porcentaje en toda España era de un 4 %.

– En el reino de Valencia habían unos 135.000 moriscos, un 33 % aproximadamente del total de la población. Este porcentaje era visto de forma preocupante por los gobernantes.

Hasta aquí un inciso. Este problema de alto porcentaje de población moriscos en estos dos territorios se veía agravado por el mayor crecimiento demográfico de la población morisca respecto la cristiana. En Valencia el crecimiento de los moriscos fue de 69,7 % entre 1565 y 1609, frente un 44,7 % de los cristianos. En Aragón sucedía un problema similar. Este mayor crecimiento despertaba recelos y temor en la población y los gobernantes.

-En Castilla este problema no era tan grave. La dispersión de los moriscos tras la insurrección de las Alpujarras había dispersado unos 84.000 moriscos por Castilla. En el reino de Granada, a pesar de la expulsión tras la insurrección, permanecían entre 110.000 y 120.000 moriscos, aunque ya no suponían amenaza.

Por tanto, el problema estaba en la corona de Aragón. Allí se veía un mayor problema debido a ese mayor crecimiento de la población morisca, que amenazaba el equilibrio de poder entre ambas comunidades.

Los debates sobre la expulsión

Antes de la expulsión de los moriscos hubo debates al respecto, sobre todo entre la Iglesia y los políticos estatales. El arzobispo de Valencia, Juan de Rivera, fue uno de los mayores defensores de la expulsión. Este exigió la expulsión de los moriscos por herejes y traidores. Para apoyar su tesis argumentó que el rey podía verse favorecido si confiscaba los bienes de los moriscos y los tomaba como prisioneros para usarlos en las galeras o venderlos como esclavos.

Pero la posición radical del arzobispo de Valencia no era bien vista por todos los miembros del clero. Una parte del clero era partidario de favorecer la integración y asimilación de los moriscos en la cultura cristiana. Otros representantes del clero defendieron a los moriscos que estaban integrados y de los auténticos conversos que sí creían en el cristianismo y habían dejado atrás la religión islámica.

En el gobierno también había división de opiniones entre los que estaban a favor de la expulsión y los que querían que permanecieran en el país. Los mayores defensores de los moriscos fueron aquellos que tenían intereses personales y económicos. Estos eran la nobleza terrateniente de Aragón y Valencia. Estos tenían como vasallos y trabajadores a los moriscos, que cobraban a un precio menor, saliéndoles más rentable.

Pero otros como el clero o rentistas urbanos también poseían haciendas donde trabajaban moriscos. Muchos de estos hacendados obtenían unas rentas muy bajas por parte de los moriscos, por lo que estaban dispuestos a librarse de estos tenentes moriscos para obtener nuevos contratos con mayor rentabilidad.

Finalmente, muchos campesinos castellanos y aragoneses sentían rechazo y resentimiento hacia esos moriscos, a los que veían como unos rivales que les quitaban su trabajo a un menor precio. Los consideraban satélites de la aristocracia terrateniente, por lo que veían favorablemente su expulsión.

Felipe III se interesó al principio de la evangelización de los moriscos tras su visita a Valencia el año 1599. Realizó una política oficial de conversión de moriscos hasta el año 1608, con escasos resultados positivos. En último lugar el duque de Lerma tomó la iniciativa y puso el debate en el Consejo de Estado, en el cual se tomaría la decisión de la expulsión de los moriscos.

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Figura 2. Juan de Rivera, arzobispo de Valencia, interviniendo en la expulsión de los moriscos. Autor: Francisco Domingo Marqués . Fuente: Wikimedia Commons

La expulsión de los moriscos

La decisión de la expulsión

En enero de 1609 el Consejo de Estado empezó el debate de la expulsión en razón de la seguridad del estado. El 4 de abril el Consejo tomó la decisión de recomendar la expulsión de los moriscos al monarca. Felipe III aceptó dicho consejo y el 9 de abril de 1609 decidió la expulsión de los moriscos de España.

La expulsión de los moriscos del reino de Valencia

Se decidió que la expulsión empezara por el reino de Valencia, al considerarse como la región más problemática a la hora de la expulsión por su elevado número relativo de población morisca, por estar concentrados en poblaciones montañosas y por su cercanía al litoral accesible desde el norte de África.

Los preparativos para la expulsión de los moriscos de Valencia se realizó en secreto para no provocar insurrecciones. Se concentraron galeras en el Mediterráneo, se enviaron tropas y acudió la flota del Atlántico.  A inicios del otoño tercios provenientes de Italia ocupaban posiciones estratégicas y escuadrones navales estaban en los puertos de Alfaques, Denia y Alicante. Todo estaba preparado.

El 22 de septiembre de 1609 se publicó el decreto de expulsión en Valencia. En este decreto se ordenaba la expulsión, aunque contenía una cláusula que eximía a los niños menores de 4 años, elevado después a 14 años, si sus padres estaban de acuerdo.

Tras la promulgación del decreto la aristocracia terrateniente valenciana protestó, alegando que la expulsión destruiría sus propiedades y perderían cuantiosos ingresos. Su protesta fue en vano, aunque se intentó compensar este desagravio económico. Se permitió a los moriscos que conservaran sus bienes muebles. Pero sus posesiones, sus casas y sus cultivos pasarían a formar parte de las propiedades de sus señores como compensación. La destrucción o incendio de cualquier propiedad estaba penada con la muerte.

Pero los moriscos no causaron problemas y abandonaron tranquilamente sus aldeas. A partir del 30 de septiembre de 1609 empezaron a embarcar en los navíos. Salieron en convoyes sucesivos, bajo la escolta de las galeras y de la flota atlántica. El destino principal era el norte de África, aunque también fueron hacia otros puntos del Mediterráneo.

Los primeros 20 días del mes de octubre salieron unos 32.000 moriscos (para una población total de 135.000). A partir de aquí hubo un incidente en el valle de Ayora. El 20 de octubre se extendió el rumor de que en el norte de África moriscos procedentes de España habían sufrido ataques y robos. En el valle de Ayora se rebelaron 6.000 moriscos y 5 días después hicieron lo mismo 15.000 moriscos de la costa del sur de Valencia. Los tercios fueron a reprimirlos y a finales de noviembre los rebeldes fueron vencidos. Los que sobrevivieron fueron expulsados o enviados a galeras.

Pasados 3 meses desde el decreto habían sido expulsados de Valencia 116.022 moriscos. En 1612 se enviaron a rezagados y huidos. Finalmente se contabilizaron un total de 117.464 moriscos expulsados del reino de Valencia.

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Figura 3. Embarque de los moriscos en el grao de Valencia. Autor: Pere Oromig . Fuente: Wikimedia Commons

La expulsión del reino de Aragón

Tras Valencia se procedió a la expulsión de los moriscos del reino de Aragón. Allí el proceso de expulsión transcurrió con la misma eficacia que la acaecida en Valencia. En 1610 empezó la expulsión, una vez garantizada la seguridad en el reino de Valencia.

La aristocracia terrateniente también protesto allí en vano. A mediados del mes de septiembre de 1610 habían sido expulsados del reino de Aragón 41.952 moriscos. La expulsión de estos moriscos se realizó a través del puerto de Alfaques e incluían moriscos procedentes de Cataluña. El resto de moriscos, 13.470, fueron conducidos por los Pirineos hasta Francia. Allí las autoridades francesas los llevaron al puerto de Agde para embarcarlos, obligándoles a pagar el pasaje de la travesía.

La expulsión de los moriscos de Castilla

En Castilla se les ofreció la posibilidad de emigrar voluntariamente a Túnez en 1609. Esta oportunidad fue aprovechada por muchos, pero los que no aceptaron esta propuesta fueron expulsados.

En Andalucía, región donde era más fácil localizar a los moriscos, ya habían sido expulsados 36.000 moriscos a mediados de 1610. En el resto de Castilla la expulsión no presentó problemas con respecto al número. Sin embargo, o fue complicada debido a la existencia de dos grupos: los antiguos mudéjares y los moriscos emigrados del reino de Granada tras la insurrección de las Alpujarras.

Conclusión

Entre 1611 y 1614 aún se estaba localizando a moriscos rezagados, especialmente en Castilla, donde estaban más dispersos. Los moriscos que se habían integrado y se consideraban españoles de pleno derecho fueron los más reticentes y los que hicieron un esfuerzo más desesperado para evitar la expulsión. Algunos consiguieron su objetivo de quedarse legalmente. Pero otros fueron expulsados, aunque algunos pudieron quedarse clandestinamente o regresaron de forma ilegal.

La expulsión de los moriscos fue completada gradualmente. En 1614 habían sido expulsados un total de 275.000 moriscos. El destino de la mayoría de ellos fue el norte de África: Marruecos, Orán, Argel y Túnez. Algunos fueron a Salónica y Estambul, la antigua Constantinopla. En los lugares de destino fueron recibidos de forma desigual, desde la aceptación por su valía en el trabajo hasta el rechazo.

Consecuencias de la expulsión de los moriscos

Las consecuencias de la expulsión de los moriscos fueron a corto plazo perjudiciales, sobre todo en los reinos de Aragón y Valencia. Pese a que se conseguía finalmente la unidad religiosa y se imponía la decisión real de forma efectiva, hay una serie de consecuencias que merecen la pena ser comentadas.

1) Consecuencias desiguales por territorios

La mayor parte de los arbitristas consideraron que la expulsión de los moriscos apenas tuvo consecuencias para la economía del país en general. Probablemente, tenían razón en el reino de Castilla, donde las consecuencias demográficas y económicas apenas tuvieron repercusión. No obstante, hay que tener en cuenta la distribución territorial de la población morisca antes de la expulsión.

En Valencia y Aragón las consecuencias fueron mayores ya que la población morisca tenía mucho peso. En Cataluña no hubo prácticamente consecuencias al ser la población morisca escasa, al igual que en Castilla. No obstante, en Castilla hubieron algunas zonas con mayor densidad de población morisca con una mayor repercusión, descendiendo la población y aumentando los salarios de los artesanos y campesinos y los costes de de transporte.

2) Pérdidas demográficas

Si miramos el conjunto de la población de España se perdió un 4 %. Pero esto es engañoso ya que hemos visto las desigualdades demográficas entre territorios existentes. Además de ello, ese porcentaje aumenta si lo referenciamos a la población activa, ya que entre ellos no habían nobles, sacerdotes o soldados. Por este motivo en algunos lugares la expulsión comportó la pérdida de un gran número de mano de obra, en ocasiones cualificada. Las regiones más perjudicadas fueron Aragón y Valencia.

Aragón perdió una sexta parte de la población, en su mayoría en las zonas de Borja, Tarazona y el valle del Jalón, tierras agrícolas. La pérdida demográfica se suplió con la llegada de cristianos viejos que no conocían las técnicas agrícolas que practicaban los moriscos, lo que repercutió en un descenso de la productividad agrícola.

En Valencia se perdió un tercio de la población. Se hizo una repoblación desde Castilla y Aragón, aunque no fue suficiente. El reino de Valencia se despobló y no se recuperó en todo el siglo XVII. Habían desaparecido aldeas moriscos y muchos núcleos cristianos estaban casi en la misma tesitura. No solamente se perdió población en las montañas, sino que también se despoblaron regiones con suelo fértil como Játiva y Gandía. Todo el reino, exceptuando la zona de la huerta de Valencia y algunas zonas de Castellón, había perdido cuantiosa mano de obra. Era difícil atraer a nuevos pobladores y algunas zonas se sumieron en la pobreza.

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Figura 4. Despoblado morisco de l’Atzuvieta (Valencia).. Autor: Joanbanjo . Fuente: Wikimedia Commons

3) Consecuencias negativas para la nobleza y acreedores

La aristocracia terrateniente de Aragón y Valencia se había opuesto a la expulsión. El gobierno intentó compensarlos otorgándoles las antiguas propiedades moriscas y reduciendo las tasas de interés de las hipotecas. Pero estas medidas no fueron suficientes. Por este motivo los señores empezaron a exigir rentas altas a los nuevos tenentes con el fin de poder pagar los intereses de las hipotecas de los suelos, cobrados generalmente por inversores privados y comunidades eclesiásticas.  Esta subida de las rentas llevó al alejamiento de posibles pobladores. Todo esto afectó negativamente a la nobleza y a sus acreedores.

También afectó a aquellos que habían invertido en la agricultura dando créditos a los moriscos. La expulsión de estos supuso unas pérdidas cuantiosas de dinero. Esto provocó que no se volviera a invertir en la agricultura ante la falta de dinero y la falta de ganas de una nueva inversión.

La nobleza valenciana no volvería a tener el nivel de prosperidad del siglo XVI.

4) Repercusiones económicas y laborales

La expulsión provocó una pérdida de mano de obra y de capital relevante. No solamente se fueron, sino que se llevaron su dinero, alguno del cual producto de la venta de los bienes que dejaban atrás. Se produjo, pues, en algunas partes una fuga de capitales, que beneficiaría a los lugares de destino de los moriscos.

Por otro lado, algunas profesiones se vieron afectadas al irse mano de obra especializada de origen morisco. Esta pérdida de trabajadores cualificados tuvo como consecuencia una elevación de salarios al haber menos trabajadores y la misma demanda, lo que bajaba la rentabilidad. Algunas de estos trabajos que se vieron perjudicados fueron la producción de seda, la horticultura y el transporte.

Especialmente fue negativo en Valencia. Los cultivos se cambiaron, siendo el trigo el cultivo fundamental tras la expulsión. La producción de caña de azúcar y el cultivo de arroz descendieron. La producción de seda y vino se mantuvo aunque con la contratación de cristianos viejos, lo que provocó aumento de salarios. Solamente en la ciudad de Valencia los salarios y los precios se mantuvieron.

En las demás regiones los salarios aumentaron, lo que llevaría a la concentración de la tierra en manos de los grandes terratenientes de la nobleza y el clero. Los campesinos y agricultores pobres no tenían acceso a la compra de tierra. Viendo la subida de salarios se dedicaron a trabajar para otros, pero en muchos casos el contrato era perjudicial para ellos y heredaron deudas de créditos de las tierras sonde ahora trabajaban. Estos antiguos créditos de moriscos pasaron a los nuevos agricultores y no fueron cancelados.

5) Una ventaja: la consolidación de la burocracia real

Sin embargo se comprobó una ventaja. Fue una gran operación administrativa. La burocracia realizó una operación de gran envergadura con un éxito notable. Fue un signo de fuerza y de como la política central podía llegar con efectividad a todas las regiones. Incluso a costa de hacer perder poder a la nobleza y a la iglesia regional. La monarquía ganaba terreno en la centralización del poder en detrimento de regiones, nobles e iglesia.

Conclusión

La expulsión de los moriscos de 1609 ponía fin a un ciclo que empezó con la expulsión de los judíos de España en 1492.  A lo largo del siglo XVI se intentó buscar la homogeneización de la sociedad en materia religiosa según las nuevas ideologías de los Estados Modernos que buscaban centralización y uniformidad religiosa. Pero las conversiones, muchas veces forzosas, de judíos y musulmanes, no eliminó sus antiguas costumbres.

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Figura 5. Dramarización de la expulsión de los moriscos. Autor: Gabriel Puig Roda . Fuente: Wikimedia Commons

A pesar de los esfuerzos de la Inquisición, muchos moriscos siguieron practicando sus antiguas costumbres, seguían vistiendo sus antiguos ropajes, seguían hablando su antigua lengua, seguían manteniendo su antigua lectura. Todo esto no se podía permitir, por lo que finalmente fueron expulsados de España en 1609. Unos 275.000 moriscos fueron expulsados. El mayor perjuicio fue para los reinos de Aragón y de Valencia, que tendrían consecuencias económicas negativas que tardaron tiempo en subsanarse.

Anexo: Bando general de la expulsión de los moriscos

«Entendido tenéis lo que por tan largo discurso de años he procurado la conversión de los moriscos de ese reino de Valencia y del de Castilla, y los edictos de gracia que se les concedieron y las diligencias que se han hecho para convertidos a nuestra santa fe, y lo poco que todo ello ha aprovechado (…), he resuelto que se saquen todos los moriscos de ese reino y que se echen en Berbería. Y para que ejecute lo que S.M. manda, hemos mandado publicar el bando siguiente:

Primeramente, que todos los moriscos de este reino, así hombres como mujeres, con sus hijos, dentro de tres días de como fuere publicado este bando en los lugares donde cada uno vive y tiene y tiene su casa, salgan de él y vayan a embarcarse a la arte donde el comisario les ordenare, llevando consigo de sus haciendas los muebles, los que pudieren en sus personas, para embarcarse en las galeras y navíos que están aprestados para pasarlos en Berbería, adonde los desembarcarán sin que reciban mal tratamiento ni molestia en sus personas. Y el que no lo cumpliere incurra en pena de la vida, que se ejecutara irremisiblemente.

Que cualquiera de los dichos moriscos que, publicado este bando, y cumplidos los tres días, fuese hallado fuera de su propio lugar, pueda cualquier persona, sin incurrir en pena alguna, prenderle y desvalijarle, entregándole al Justicia del lugar más cercano, y si se defendiere lo pueda matar.

Que cualquiera de los dichos moriscos que escondiere o enterrase alguna de la hacienda que tuviere o no la poder llevar consigo o pusiese fuego a las casas, sembrados, huertas o arboledas, incurran en la dicha pena de muerte los vecinos del lugar donde esto sucediere, por cuando S.M. ha tenido por bien de hacer merced de estas haciendas que no pueden llevar consigo a los señores cuyos vasallos fueren…”

Bibliografía

Si quieres ampliar tus conocimientos sobre este tema, puedes consultar los siguientes libros. El enlace de cada libro da a Amazon, lo que te permitiría su compra en caso de que lo desees.

Floristán, A. Historia Moderna Universal. Editorial Ariel. Barcelona. 2010

Floristán, A. Historia de España en la Edad Moderna. Editorial Ariel. Barcelona. 2011.

Lynch, J. Los Austrias (1516-1700) . Editorial Crítica. 2000

Ribot García, L. Historia del mundo moderno. Actas. Madrid. 2009

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Jose Palanca

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  1. José Picó Martínez 10/03/2020

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